¿Conectados a las pantallas, desconectados de nosotros?
La hiperconectividad es uno de los grandes desafíos de la vida actual. Nos despertamos y, casi sin pensarlo, lo primero que hacemos es revisar el celular. Como si en las horas de sueño nos hubiéramos perdido de algo importante. Casi nunca encontramos nada realmente relevante, pero igual pasamos al menos 30 minutos scrolleando, mirando reels, fotos, noticias, saltando de una app a otra, buscando algo que ni siquiera sabemos qué es. Y esto no pasa solo al comenzar el día. Lo repetimos antes de dormir y en múltiples momentos a lo largo del día.
Esta necesidad de estar siempre disponibles, de responder rápido, de no perdernos de nada, nos desconecta. Cuanto más conectamos con lo externo: los estímulos visuales, la información sin fin de las redes, más nos alejamos del momento presente.
¿No te pasó caminar por una calle conocida y recién después de mucho tiempo darte cuenta de que abrieron un nuevo local, o que algo cambió? Si te pasó, es una clara señal de que no estás del todo presente. Nos perdemos lo que sucede a nuestro alrededor… y también lo que pasa dentro nuestro.
A veces, la desconexión más difícil de ver es la que tenemos con nosotros mismos. No nos damos espacios para escucharnos, para registrar qué sentimos, qué nos dice el cuerpo. Incluso en momentos de calma, lo primero que hacemos es agarrar el celular. Le escapamos al silencio o al aburrimiento, aunque justamente en esos espacios hay mucho por descubrir.
Además, tantos estímulos nos aceleran. Queremos todo ya. Nos volvemos más impacientes, más ansiosos. La comparación constante con lo que vemos en redes activa pensamientos críticos hacia nosotros mismos, y asi terminamos viviendo siempre en alerta, como si no pudiéramos relajarnos.
Pero empezar a darnos cuenta de esto ya es un primer paso. Observar cuándo nos sentimos así, identificar esos pensamientos repetitivos que no son reales, puede ayudarnos a elegir de forma más consciente. A veces, solo se trata de mirar a tu alrededor y estar presente.
Tener más presencia en el día a día puede traer beneficios:
- Reconocer y hacer consciente lo que realmente es importante para vos.
- Estar con mayor presencia y calidad en las actividades que realizás.
- Aceptar y comprender lo que sentís.
- Cultivar momentos de calma y quietud.
No se trata de eliminar el celular de nuestra vida, sino usar la tecnología con conciencia. Cuando vivimos centrados en la pantalla, nuestra atención se va hacia lo que nos falta. En cambio, cuando estamos conectados con la realidad, con lo que sí tenemos, surge una mirada más amable, más agradecida hacia nosotros y lo que nos rodea.
Todos los días logramos cosas. Todos los días hay algo bueno. Pero muchas veces no lo vemos porque nuestra atención está puesta en otro lado.
No olvidemos que nuestra experiencia en el mundo es limitada. Vale la pena ser conscientes de qué hacemos con nuestro tiempo y hacia dónde va nuestra atención.